Hay muchos motivos para comprar un automóvil: goce estético, deseo desde largo tiempo, status, presión social, cosas de momento y necesidad práctica. De los primeros, cada uno sabrá el gusto que se quiere dar. Exploremos el último.
Como Robert Kiyosaki explica tan bien en su libro Padre Rico, Padre Pobre, un auto no es una inversión, ya que las inversiones deben subir de valor, sino un gasto. Al comprar un auto, depende de cada uno establecer una proporción razonable entre el gusto y el gasto.
El vehículo escogido debiera tener al menos: espacio suficiente para los pasajeros y carga que llevará; un despeje del suelo adecuado para no hacerse tiras en caminos malos o al estacionar en lugares disparejos; ojalá airbags y frenos ABS; un consumo aceptable de combustible y; un valor de reventa mejor al promedio por lo deseable del modelo.
Hilando más fino, hay opciones de lujo y confort que pueden ser agradables de tener, tales como asientos eléctricos, techo eléctrico o puertas correderas motorizadas en una van, pero que pueden ser muy difíciles o caras de reparar en caso de falla y que no recuperarán su costo al vender el auto.
Vea los requerimientos de mantenimiento del vehículo y su costo en el concesionario y haga una provisión en su presupuesto para esos valores. Existen alternativas de mantenimiento más económicas, pero el trabajo se debe hacer.
Finalmente, hay que valorar el factor común vs. exótico. Si el auto que Ud. evalúa es uno de pocos en las calles o es aparentemente caro de mantener, haga la siguiente prueba antes de comprarlo: vaya al departamento de repuestos del concesionario y a una casa de repuestos alternativa y consulte por la disponibilidad y precio del par de amortiguadores y las bandejas delanteras. Si existen sólo de importación en 30 días hábiles y/o cuestan una fortuna, reconsidere si ese es el auto que quiere.
Si pierde su tiempo con el auto “botado” por fallas, esperando repuestos o esperando meses para revender su poco cotizado auto, el gasto le ganará al gusto.
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Escrito por: Thomas Poulos